Difícil que de algo tan malo nazca algo bueno, pero así sucedió en el Bernabéu, donde el Madrid se rodeó de mediocridad para dar un paso definitivo hacia la Liga y dejar en el camino al Murcia de Clemente, ya condenado, pero sin arrestos para aprovechar su ventaja numérica desde el minuto 18 (1-0).
De tamaña fealdad sólo se salvó el gol de Sneijder, una flor en el estiércol, un detalle aislado que regala tres puntos y aleja definitivamente la sombra del Barça. Un precioso toque de sabor holandés para una tarde de primavera que nadie recordará dentro de dos semanas.
De tamaña fealdad sólo se salvó el gol de Sneijder, una flor en el estiércol, un detalle aislado que regala tres puntos y aleja definitivamente la sombra del Barça. Un precioso toque de sabor holandés para una tarde de primavera que nadie recordará dentro de dos semanas.
De esta manera tan horrible, el Madrid, atascado, sin velocidad, confiado en la debilidad del rival, ha ganado muchos puntos en este campeonato. Su gente, aburrida por lo visto en la hierba, hace cálculos con los escasos plazos hacia el alirón. En su estricta dieta no le permiten ni un dulce, como Robinho, que parece más andorrano que brasileño, o Robben, perdido para la causa.
Muchos se preguntan dónde andará la excelencia porque la tabla da razones que el Bernabéu no puede comprender. Sobre todo con actuaciones como esta, ante un Murcia sin mordiente, que quiso el empate sin goles y se marchó merecidamente derrotado. Clemente calentó la previa, pero nunca apostó a ganador, un fallo de libro, porque se veía de lejos que el Madrid no estaba para nadie
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