Media hora antes el capitán fue el primero en probar el tacto de la Liga 31, que ya brilla en la sala de trofeos de Chamartín. Ahí sí que aplaudió a rabiar el madridismo, con sonrisas de oreja a oreja y gesto relajado en esa tradicional puesta de largo, con Ángel Villar y Jaime Lissavetzky de testigos.
Un escenario en la antítesis de la última jornada del año pasado, el culmen de la agonía ante el Mallorca. Esta vez tocaba ganar al sufriente Levante, al que se le reconoció el pundonor y se ovacionó el 3-1, obra de Geijo. Goleó de manera involuntaria el Madrid en un partido sin tensión competitiva, con dobletes de Van Nistelrooy y Sergio Ramos y un precioso libre directo de Sneijder.
No hubo taconazos ni asomo de desprecio. Se trató de una alegría serena, respetuosa con un rival que desconvocó su huelga de botas caídas sólo unas horas antes del partido. Llevan un año sin recibir la mensualidad, pero una jornada más, en un alarde de dignidad profesional, rescataron el buen nombre del devaluado oficio de futbolista.
Primera vez que juega Codina en el Bernabeu, de titular y un partido oficial de liga, no lo hizo nada mal el chaval de la cantera.
Primera vez que juega Codina en el Bernabeu, de titular y un partido oficial de liga, no lo hizo nada mal el chaval de la cantera.
En el Madrid, con detalles de Guti y Ramos, sólo se lo tomó en serio el debutante Codina, el único de la primera plantilla que no había jugado un minuto. Demostró reflejos, aptitud para los vuelos y cumplió con creces. En la otra orilla se vio a Robinho, obstinadamente fallón, hasta el punto de recibir algún pito en una noche pensada para la fiesta.
Se hizo eterna la segunda parte porque los campeones no querían jugar, sino festejar. Courtois lo aprovechó para mostrar sus regates por la izquierda. El dignísimo Levante apuraba con ansia sus últimos minutos en Primera y Geijo podrá contar a sus hijos que un día marcó dos goles en el campo del Madrid.
Se hizo eterna la segunda parte porque los campeones no querían jugar, sino festejar. Courtois lo aprovechó para mostrar sus regates por la izquierda. El dignísimo Levante apuraba con ansia sus últimos minutos en Primera y Geijo podrá contar a sus hijos que un día marcó dos goles en el campo del Madrid.
Pitó el final Turienzo Álvarez y se confundieron las sonrisas del campeón con las lágrimas de ese linier llamado Rafa Guerrero, que se despide del fútbol. La afición había acudido a celebrar y empezaba lo realmente interesante. Gritos de campeones, campeones y un mar abrazos donde hacían fortuna los flashes de los fotógrafos. Raúl subió el último a por la copa, paseada por el césped como en procesión. Millares de papelillos blancos al aire y un espectáculo visual de dudoso gusto. Un parque de atracciones blanco. La 31ª Liga del Madrid.
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